sábado, 14 de julio de 2012

La relación pasado - presente en un lugar de la memoria



La memoria de un pueblo, una nación, un país está sustentada por elementos materiales y simbólicos. Textos, fotografías, monumentos o edificios que albergaron las experiencias de vida del pasado conforman el patrimonio colectivo, entendido como todo aquello que socialmente se considera digno de conservación independientemente de su interés utilitario. Se ha señalado justamente que el patrimonio es una invención porque tiene la capacidad de generar discursos que naturalizan determinadas representaciones de la realidad y también una construcción social que responde a los procesos de legitimación de esos discursos mas o menos inalterados (Prats, 1998).
Desde esta conceptualización observamos que el patrimonio mantiene activos los vínculos con el pasado,  es el legado de la historia  que ha sobrevivido en el tiempo y nos llega para rehacer la relación entre lo actual y el  mundo que ya  pasó (Ballart 1997). El patrimonio es en definitiva esa parte de la memoria que se ha podido mantener, aunque sea parcialmente, a través de los relatos y otros bienes materiales.
Durante mucho tiempo la memoria pareció ser expresión y legitimación de las clases dominantes. Hoy necesitamos que la historia y el patrimonio sean re-significados para la construcción de un proyecto más amplio. Como señala Noemí Girbal (2003), “en tiempos de desconcierto como los que hoy se viven, la mirada al pasado se convierte en  una sugerente necesidad”.
El patrimonio cultural como recurso turístico genera un valor netamente comercial y no un valor en el sentido de percepción de cualidades estimables en una cosa (Ballart 1997:61).

En otros términos, las prácticas turísticas han llevado no sólo a la distorsión del pasado sino que al conferir al patrimonio un valor sólo económico; desaprovechan la extraordinaria e irrepetible oportunidad de contribuir a la concepción de un patrimonio cultural como conocimiento y expresión de una identidad, asociando reliquias históricas -patrimonio tangible- y el rescate de la memoria  -patrimonio intangible- (Prats 1998: 74).

Como señala G. Bonfil Batalla (1993: 21), el patrimonio cultural “no estaría restringido a los rastros materiales del pasado (los monumentos arquitectónicos, las obras de arte y los objetos comúnmente reconocidos como “de museo”), sino abarcaría también costumbres, conocimientos, sistemas de significados, habilidades y formas de expresión simbólica que corresponden a esferas diferentes de la cultura, y que pocas veces son reconocidas explícitamente como parte del patrimonio cultural, que demanda atención y protección.” En este sentido el museo debe estar orientado hacia la comprensión integral y cultural de la comunidad que lo alberga, la recuperación de la memoria como fundamento de la recreación de su identidad. 
Sabemos que la historia la pensamos de forma parcial, destacando ciertos hechos y omitiendo otros. El contenido los museos lo demuestra, revelando ausencias que determinan visiones incompletas y fragmentadas de la experiencia del pasado.

Son los museos y los archivos, no siempre adecuadamente cuidados en nuestro país, los lugares de  memorias; memoria colectiva que no es recuerdo sino la presencia del pasado en el presente mediante la transmisión y que por tal motivo no es ajena a los portadores. (Girbal, 2003).
El Museo del Presidio de Ushuaia es un espacio privilegiado para considerar la relación entre pasado y presente. A través de encuentros con el turista podemos rescatar  sucesos olvidados, ausentes en la memoria del lugar.

Puede considerarse, siguiendo a Bonfil Batalla (1993:25), que  lo nuestro es todo aquello que manejamos, bien sea material o simbólicamente; lo que hace que en una circunstancia nos sintamos “entre nosotros” y en otra nos sintamos ajenos. Es la posibilidad de hablar de cosas o acontecimientos que tienen significados para “nosotros” y tal vez no para “lo otros”: son experiencias y memorias compartidas. En torno a ese “nosotros” se define “lo nuestro”: objetos, espacios, relatos, testimonios. Así, desde quienes nos visitan, nos descubrimos, nos encontramos y desencontramos, construimos nuestra identidad.

Entendemos de acuerdo a Prats (1998: 67) que la identidad es una construcción social y, como tal, un hecho dinámico aunque con cierto nivel de fijación y perduración en el tiempo. Además, toda formulación de la identidad es únicamente una versión de esa identidad.

El ex Presidio es uno de los  lugares de la memoria no sólo por lo que representa el edificio histórico en sí sino porque debe ser un espacio para la reflexión y la interpretación; “interpretación como interversión” -incorporación de otros relatos, testimonios, visiones, versiones- e “interpretación como intervención” -incidencia del discurso del profesional en turismo en la construcción de versiones identitarias-

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